RESILIENCIA

Hoy es otro día de esos que abril tiñe de gris. La lluvia amenaza con caer de un momento a otro, y como no podía ser de otra manera, todos la contemplaremos desde el cristal. Nunca había visto el parque tan verde como en esta primavera. Tal vez porque nadie lo pisa desde hace semanas, tal vez porque la lluvia ha dado poca tregua, o tal vez por ambas cosas. 

Si mi rutina no se hubiera alterado, probablemente sería un incordio. Y, sin embargo, ese engorro ha conseguido que esta primavera florezcan más margaritas entre las malas hierbas. 

Por eso, hoy recuerdo a las personas que en mi vida fueron lluvia. A las que pintaron mis días de gris y cubrieron mi cielo de nubes negras. A las que desataron mis peores tormentas. A las que me hicieron desistir para poder entenderlas, y entendí que no podría comprenderlas. A las que me gastaron las fuerzas, a las que me robaron las ganas. A las que me buscaron las cosquillas y pusieron a prueba mi paciencia. 

A todas ellas, no hay olvido pero sí un perdón. Por haberme creado espinas, por meter el dedo en la llaga. Por haber regado mis facetas más amargas y haberme enseñado qué es la resiliencia. Por haberme abierto un camino, difícil pero que me ha nutrido. Por ponerme piedras que me han demostrado hasta dónde llegan mis fuerzas. 

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