Tiempo en deuda

El frío de diciembre se coló por los rincones de su piel. El otoño había deshojado las caricias y la lluvia dejó de mojar sus sueños. Sus dedos se volvieron impermeables al tacto de su pecho, donde buscaba respuestas y solo encontraba recuerdos. La sequía subió hasta sus labios, que, ante la falta de lluvia, se volvieron de secano. Sonreír dejó de ser una cura para las grietas que sangraban por dentro. 

Se acabaron las flores sorpresa en primavera, las noches interminables del verano, los bailes en la arena, los juegos en el mar. Empezó el bucle de las canciones tristes, las noches sin cena, el pasado corto y un futuro en deuda. 

El corazón le recuerda por segundos que le debe su pena, y ella vuelve a darle cuerda al reloj olvidado de su escalera. Mira hacia arriba sin saber cómo subirla. Un peldaño por herida. Pasos indecisos sobre el abismo de sus mentiras. Llega a la cima para ver el precipicio desde arriba. Y salta, como Alicia al país de las maravillas. Para crear nuevas ilusiones bajo el estado narcótico del dolor. Y maquillar las fisuras sin mudar de piel. Un poco de sal diluida en agua para que las pupilas vuelvan a brillar cuando salga el sol. 

De fondo
el tic tac del reloj
olvidado 
en la escalera
donde ella sueña 
que ya ha pagado su deuda. 

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